3 agosto, 2017 - 11:53 am

Lidia Mareco: “Mi trabajo es mi vida, me da refugio cuando estoy mal”

Lidia Mareco tiene 40 años, es promotora de salud y entro a la esfera de salud publica en noviembre del 2004, trabaja en las aldeas aborígenes KA PII POTY, KA’A GUY MIRI RUPA ,YVY PITA,YVY TU PORA Y KOEJU Y GUAPOY que se encuentran sobre la Ruta 14, camino al Salto Encantado, más en la entrada de la Picada Libertad, como dicen en la zona.
“Cuando comencé hacer el curso para promotores de salud, éramos unas 300 personas las estábamos para la evaluación y el que pasaba el examen ingresaba como promotor. Yo fui una de las que ingresé al Hospital. Después de dos años de intenso trabajo, de cuidar a mi familia en octubre del 2006 me quede sola con mis cuatro hijos. Me tuve que ir de mi casa y de mi barrio a vivir al predio del hospital. A raíz de ese problema personal que tuve, y que me afecto mucho, entonces preferí cambiar de lugar de trabajo, pero siempre en el ámbito de salud pública. Fue en ese momento que me ofrecieron trabajar con los aborígenes, me encantó la idea de trabajar con ellos; además siempre me gusto aprender y más si se trata de otra cultura y me parecía una experiencia nueva trabajar con ellos”, relató Lidia.

Además la doctora Alejandra Vallone “ siempre vio el trabajo prolijo que tenia y entonces cuando le pidieron una promotora para que trabaje en las aldeas con ella, no dudo en elegirme a mi. Desde ahí comencé a trabajar con las aldeas aborígenes y me encanta más allá de las ventajas y desventajas, que tienen todos los trabajos, no solo esté. Mi trabajo me permitió crecer como persona, es lo que me da fuerza para seguir y sobre todo me da la dignidad de llevar el pan de cada día a mi casa para sustentar a mis cuatro hijos. Gracias a ese trabajo, puedo mandar a mis hijos a la escuela. Además en los horarios que me queda libre para aportar a la economía de mi hogar trabajo como doméstica o como niñera”, comentó.
Cuando la vida, no da tregua…
Después de haber pasado por cosas muy tristes durante su vida y cuando parecía que la vida le daba una tregua, un día Lidia llega del trabajo a su casa, que estaba en el predio del hospital y las autoridades del Hospital le dicen que se busque otro lugar donde vivir porque ahí iban a empezar con las obras del nuevo hospital de Aristóbulo del Valle. “Entonces no me quedó otra que volver al barrio milagros de donde había salido con mis cuatro hijos, saque un crédito para hacerme una casilla en un terreno municipal, era la única forma de no pagar alquiler y no tenia que comprar un terreno, no fue fácil para mi volver a ese lugar”.
Pero siempre “hay buenas noticias hace ocho meses recibí una vivienda de Iprodha en el barrio La Paraguay de Aristóbulo del Valle, donde vivimos actualmente y donde somos muy felices con mis hijos”, contó Mareco
La familia de la promotora esta compuesta por ella y sus 4 hijos adolescentes: Belén de 18 años que cursa el quinto año de la secundaria, Santiago que va a segundo año, Yuliana de 13 años de primer año y Rocío de 11 años, que va sexto grado de la primaria. 
La lucha por superarse ...
Lidia con mucho esfuerzo este año terminará el secundario, “no es fácil para mi terminar el secundario, como en toda familia siempre hay un problema o de salud o de cualquier índole y eso hace que me cueste un poco terminar el secundario. Me cuesta mucho porque como mamá soltera no fue fácil hacer frente a la vida con cuatro chicos , pero este trabajo medio muchas cosas buenas y gracias a ello mis hijos van a la escuela y cada uno pudo hacer su viaje de egresados. Además siempre están primeros mis hijos, mi trabajo y después yo, entonces se me hace más difícil finalizar mis estudios”, comentó Mareco y agrego: “a veces veo que algunas compañera no quieren usar la chaqueta amarilla porque les da vergüenza y yo me pondría todos los días de mi vida esa chaqueta amarilla, porque para mi es un orgullo ser promotora de salud, es ir y llevar la salud en cada casa donde llegas, no sólo con la vacuna o con el medicamento. Sino llevar la salud con una sonrisa, con una palabra de aliento y eso es lo que la persona valora. Cuando llego a las aldeas y veo el recibimiento de mis compañeros de trabajo y de la gente que vive en la aldea y eso me basta para alegrarme el día”.

Aprender a cuidar a la cultura originaria…
“Al principio me costo trabajar con los aborígenes, porque como en todos lados tenes que ganarte la confianza y pagar tu derecho de piso, conocerlos, que ellos me acepten. Yo no conocía su cultura y ir a imponer mis ideas, sino ir sentarte y negociar con ellos lo que es mejor para todos, con toda la paciencia del mundo llegar a un acuerdo, y me di cuenta que con la paciencia y la humildad todo se logra. Hasta el día de hoy ningún paciente de la aldea se niega venir a internarse, además también siempre me encomiendo con la protección de dios para que me ayude a convencer a la familia”, contó Lidia.
“En la aldea me llevo bien con todas las familias, porque nos basamos en el respeto, por ahí en lo que no congeniamos es en los horarios el blanco es programado tiene sus horarios para todos, en cambio la cultura de ello no se basan en los horarios se levantan a la hora que quieren, comen a cualquier hora y no respetan los horarios de trabajos y eso es uno de los problemas que se presenta con los compañeros”.
Un ángel guardián para los aborígenes.
Realmente Lidia es un ángel guardián para la cultura originaria, siempre esta presente ante viento, lluvia, sol, la llaman y ella no tiene barreras para llegar hasta las aldeas, “tal es así, que en el mes de noviembre hicimos una travesía con el chofer jorge Pauluk para traer a una mamá y su bebe mbya al control natal y salimos en los diarios por nuestro trabajo”, relato la promotora con una sonrisa.
En cuanto al trabajo con las aldeas aborígenes fue cambiando mucho con relación a la cultura del blanco, “por ahí los que más se resisten son los más viejos de las aldeas, los jóvenes al tener escuelas primaria y secundaria, a dentro de las aldeas es como que fue cambiando la mentalidad y conviven muy prácticamente con la cultura del blanco, y ellos no son ingenuos saben bien los que les conviene.
Buena compañera
Mareco destaco la labor de su compañera de trabajo Castilla Roberta: “es una promotora de salud de la aldea aborigen, excelente compañera y sobre todo responsable aun cuando no cobraba nunca faltaba a trabajar y estaba siempre dispuesta para realizar cualquiera tarea, nunca se quejo de nada, nunca falto, solamente cuando estaba muy enfermera o cuando tenia que ir a las reuniones de la escuela de su hijos, es una chica siempre alegre, siempre dispuestas, nunca se retobo para nada, nunca contesta mal”, finalizó Lidia Mareco.